La trompeta de Ezequiel a curas y sacerdotes / [por] Juan de Palafox y Mendoza.

Barcelona : Imp. de Pons y Cía., 1848.


Tabla de Contenido


Preliminares.

Punto I-V.
I. Cuanto conviene la humildad y el agrado.

II. Cuna dañosa es la aspereza de los curas con sus feligreses.
III. Fuerza grande del amor de los curas para gobernar las almas a su cargo.
IV. Que los buenos curas necesitan de juntar con el amor la paciencia.
V. De la benignidad y resignación con que hemos de padecer con los feligreses.

Punto VI-X.
VI. La herencia que dejo el Señor a los pastores de almas.

VII. Que los buenos pastores han de ser más madres que padres de sus feligreses.
VIII. Cuanto conviene que los curas hablen y persuadan a su salvación a los feligreses.
IX. Que deben obrar los pastores de almas con sus ovejas como ministros y no como ministrados.
X. Que Dios castiga al mundo con sus permisiones y nuestra imbecilidad.

Punto XI-XIV.
XI. Que aunque Dios quiera castigar a los pueblos, quiere que le pidan por ellos los pastores.

XII. Lo que el Señor desea que le desenojen sus pastores.
XIII. Dependencia que quiere la iglesia que tengan los sacerdotes del pueblo en la elección.
XIV. Rara elección que tiene el Señor de escoger para pastores y jueces, no a los mayores, si a los menores del pueblo.

Punto XV-XIX.
XV. Desdicha grande del pueblo cuando no oye a su sacerdote y cura cuando toca la trompeta.

XVI. De la desdicha grande de perderse las almas por no el sacerdote la trompeta.
XVII. Que no es disculpa para los pueblos que se condenan el no predicarles sus curas.
XVIII. Que aunque no es disculpa de los pueblos al condenarse, es culpa gravísima de sus pastores.
XIX. De dos casos particulares, que explican la gravedad de la culpa del mal pastor.

Punto XX-XXIII.
XX. Lugar notable en que explica el Señor sus sentimientos contra el pastor que le pierde sus ovejas.

XXI. Porque el Señor teniendo la culpa lo labios, por no predicar su santísima palabra.
XXII. Que deben cuidar mucho los pastores de almas de no ser pastores e ídolos.
XXIII. Lo que el Espíritu Santo aborrece la ociosidad, principalmente en los ministros de Dios.

Punto XXIV-XXVII.
XXIV. Notable lugar en que el Espíritu Santo explica la perdición del ganado que tiene el pastor dormido.

XXV. Cuan pequeño es el fruto del pastor en el dormir.
XXVI. Lo que conviene que los pastores oigamos primero a Dios, para que el pueblo nos quiera oír.
XXVII. Lo que importa la oración en los pastores de almas.

Punto XXVIII-XXXI.
XXVIII. Que nos solo al oración de los pastores y sacerdotes es bien que sea verbal, sino mental y contemplativa.

XXIX. Suavidad grande con que se sirve el Ministerio Pastoral cuando hay oración.
XXX. De la oración radical de porque algunos pastores de alma no tienen oración.
XXXI. Quejas vivísimas de Dios por Ezequiel contra los pastores que por no tener oración andan con ganado perdido.

Punto XXXII-XXXVI.
XXXII. Cuan perdidos andan los templos y altares de Dios cuando el pastor no medita ni ora.

XXXIII. Lo que se les acorta la luz a los pastores en no teniendo oración y memoria de Dios.
XXXIV. De la pureza de intención con que se ha de servir el ministerio de pastor.
XXXV. Cuan terrible mal es que los pastores sean escandalosos.
XXXVI. Que el pastor en la predicación ha de mirar solo a Dios en el principio.

Punto XXXVII-XXXVIII.
XXXVII. Que ha de ser breve, claro y eficaz el sermón del pastor evangélico.

XXXVIII. Que el buen pastor ha de predicar, porque quiere Dios, como quiere Dios y para Dios.

Punto XXIX. Epilogo de esta carta pastoral.

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